Agonía

Mi abuelo estaba ahí parado, apoyándose con el tronco de un árbol, parecía cansado. Siempre se cansaba después de buscarme en el bosque que se encontraba detrás de la casa. Que, aunque estuviera siempre en el mismo lugar, para él era demasiado lejos y a veces me regañaba por hacerle esto.

No era su culpa, él nunca tenía la culpa de lo que me pasara, pero él pagaba por los platos rotos y sus consecuencias. Sin embargo, nunca me reclamó, nunca me dijo que era demasiada carga para él, siempre estuvo conmigo, en las buenas y en las malas. Cuidándome, sonriéndome, apoyándome y sobre todo, amándome como si yo fuera su mayor tesoro.

Le miré, deshaciéndome de los brazos de mi hermano.

—Ay, Eli ¿Cómo puedes subir por esa pendiente? —Jadeaba mi abuelo viendo hacia atrás y a diferencia de los que estaban muertos, él estaba como lo recordaba.

Un pantalón bien planchado, una camisa blanca, un suéter académico debajo de una chaqueta color beige y su boina negra de director
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