XIV Bheldrik

XIV

BHELDRIK

La bestia se abalanzó sobre él. El carromato quedó hecho trizas, y la madera salió disparada en todas direcciones. Los caballos se liberaron de sus correas y corrieron hasta perderse en la noche que el bosque ofrecía, relinchando y dejando atrás a la criatura. Un dolor agudo se irradió desde su cara al cuello. Lo había olvidado, quizá por su estado de embriaguez, pero aún estaban frescos aquellos golpes que recibió en aquella choza hedionda por aquellos idiotas.

Bheldrik cayó sobre su espalda, tan adolorida como si le hubieran pegado con un marro. El Wendigo lanzó un aullido ensordecedor y se acerco hasta él. Media quizá más del doble del tamaño que Bheldrik. Una baba rojiza le chorreaba de sus labios secos y bajaba por el hocico desnudo de piel. En sus cuencas no había ojos, o al menos Bheldrik no logró verlos por estar sumido en su terror. Sólo vio cuevas oscuras con pasadizos interminables e hipnóticos dentro.

Al acercarse más, el olor de

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