Si, a mi tampoco me gusta volar... pero con Eros para cuidarme, tal vez me atreva... ustedes?
Capítulo 153 — Vaya sorpresaNarrador:Aylin cerró la puerta de la casa con la llave aún en la mano. Había dejado la bufanda azul en la fábrica, olvidada entre carpetas, y se reprochaba a sí misma haber salido apurada. La tarde se le había ido de las manos en casa de Santiago, y ahora lo único que quería era cambiarse de ropa y sentarse un rato a respirar.Pero apenas dio un paso dentro del recibidor, algo se detuvo.No el sonido, el aire. Porque allí, en medio de su casa, estaban dos figuras que no deberían estar.Sasha y Eros.—¡Sorpresa!La maleta de ella a un lado. Su mochila a medio cerrar. Los ojos... los ojos completamente rojos.—¿Sasha? —susurró Aylin, soltando la cartera al suelo sin mirar.Sasha, de pie, rígida. Eros detrás, un paso más atrás, como conteniéndola.La adolescente dio un paso hacia adelante. Llevaba el cabello suelto y tenía los ojos rojos, el rostro pálido y la mandíbula tan tensa que parecía que se le iba a romper.—Aylin —dijo, apenas un susurro —Yo…Aylin n
Capítulo 154 —Aunque sea un poco viejo… Narrador:La charla seguía fluyendo entre recuerdos, risas suaves y silencios cómodos. La tarde se había convertido lentamente en noche, y la casa estaba envuelta en esa calma que solo llega después del llanto y la reconciliación.En un momento, Eros miró su reloj. Lo hizo una vez, luego otra, como si confirmara algo. Finalmente se levantó del sofá con discreción.—¿A dónde vas? —preguntó Aylin desde la cocina, sirviéndose un poco más de limonada.—Tengo que hacer una llamada —respondió él, ya rumbo al pasillo.Ella alzó una ceja.—¿Una llamada? ¿Tú?Eros se giró y la miró con una sonrisa socarrona.—Sí, Aylin. Estoy a dos semanas de cumplir dieciocho. No me controles tanto.Aylin apoyó el vaso en la mesa y cruzó los brazos.—Bueno, pero tampoco uses eso como excusa para hacerte el hombre ahora, ¿eh?—Ya soy un hombre —dijo él, mientras retrocedía con una sonrisa torcida.—Sí, sí… uno que se cree más listo que todos. Anda, ve. Pero no tardes —le
Capítulo 155 —Estoy aquí, encerrado.Narrador:La noche había caído sobre la ciudad con una calma engañosa. Lloviznaba. Una de esas lluvias finas y persistentes que no limpian nada, solo empapan el alma, pegando el cabello a la piel y convirtiendo las calles en espejos rotos de luz artificial.En el último piso de un edificio algo deteriorado, Miranda Adler se servía una copa de vino tinto con movimientos lentos. El reloj marcaba las 21:40. La botella estaba a medio vaciar. El departamento olía a humedad, a encierro, a documentos viejos. Sonaba una canción suave desde el teléfono, olvidado sobre la encimera: algo melancólico, quizás francés, que flotaba apenas sobre el zumbido constante de la nevera.Había trabajado toda la tarde en los papeles del juicio y esayado cada una de sus palabras con precisión, esas que declararía en pocos días en el juzgado. La demanda por la custodia de Sasha estaba en curso, y su abogado le había prometido una resolución rápida. Ya se veía ganando. Ya se
Capítulo 156 —Gritaba poderNarrador:Unas horas después, ya entrada la mañana, Gabriel Márquez envió a su sobrino a la penitenciaría. Traía consigo un portatrajes impecable, zapatos pulidos, corbata oscura, y una orden sellada: Roman Adler debía ser trasladado al velatorio de su esposa fallecida. Todo estaba arreglado. Rápido, discreto, sin prensa, sin escándalo.Los guardias lo sacaron de la celda sin prisas. No había grilletes, no había empujones. Nadie lo apuró. Nadie osó faltarle el respeto. Sabían perfectamente quién era.Roman entró al baño reservado, donde dos guardias se mantuvieron en la puerta, custodiándolo, pero dándole privacidad. Él se quitó la ropa de prisión con calma, paso a paso, y dejó que el agua de la ducha lo recorriera. No había apuro en sus movimientos. Sabía que al salir, cada cosa que hiciera importaría.Cuando se miró al espejo, con el cabello mojado, sin la sombra de cansancio que cargaba horas atrás, supo que el Diablo había regresado.El traje, neg*ro p
Capítulo 157 —Una pulsera molestaNarrador:Dos días después del entierro de Miranda, la sala del juzgado estaba cargada de murmullos bajos y miradas cruzadas. Los abogados de la fiscalía cuchicheaban entre ellos, lanzando miradas duras a Gabriel Márquez, que permanecía de pie, impecable, frente al estrado. A su lado, Roman Adler lucía como si estuviera en una reunión de negocios: traje oscuro perfectamente entallado, manos cruzadas a la espalda, rostro inescrutable.El juez hojeaba los papeles con gesto serio, golpeando suavemente el escritorio con la tapa de su bolígrafo. Finalmente levantó la vista, ajustándose las gafas.—Señor Adler, este tribunal autoriza su salida bajo libertad condicional, limitada a arresto domiciliario con monitoreo electrónico permanente.La fiscalía frunció el ceño. El juez prosiguió, sin mirarlos.—Los cargos en su contra permanecerán vigentes mientras dure la investigación. Cualquier intento de abandonar su residencia sin permiso explícito será considera
Capítulo 158 —El mundo del DiabloNarrador:Eros daba vueltas en la cama, incapaz de dormir. El reloj marcaba las dos y media de la madrugada, y su habitación estaba en completo silencio, salvo por el zumbido lejano del router encendido en la sala.Miraba el techo, apretaba los puños. El Diablo le había dicho que no se metiera, que no necesitaba su ayuda. Pero Eros no podía quedarse quieto. Algo dentro suyo le ardía, como un motor encendido.De pronto, se sentó. Tomó su celular del escritorio, desbloqueó la pantalla y buscó un número en particular. Sabía que a esa hora su amigo Leo seguiría despierto; el tipo vivía enchufado a su computadora, siempre entre juegos, códigos y foros clandestinos.Marcó.—¿Eros? ¿Tú? —respondió Leo, sorprendido, con voz adormilada.—Hey, sí, soy yo. Perdona la hora, hermano… pero necesito que me expliques algo.—¿Algo tipo tarea? Porque sabes que ya pronto empezamos con los exámenes—No, no, no es de eso. Mira… —bajó la voz, aunque estaba solo —Supongamos
Capítulo 1 —La esculturaNarrador:El estruendo cortó el aire. Un golpe seco. Un choque brutal. Un sonido de quiebre que atravesó la opulencia de la galería como un disparo en la oscuridad. Por un segundo, el tiempo se detuvo. El murmullo de conversaciones se apagó.La música dejó de existir. Todo quedó suspendido en el vacío.Aylin parpadeó, con la respiración atrapada en su garganta.Los ojos le ardieron. El corazón bombeaba con tanta fuerza que lo sintió en los oídos. Sus pupilas bajaron. Y ahí estaba. El desastre.Los fragmentos de cristal relucían cruelmente en el mármol blanco, esparcidos como los restos de un crimen imperdonable.Había roto algo. Algo importante. Algo que, seguramente, no podría pagar.El eco del impacto aún vibraba en sus huesos. Los cuchicheos no tardaron en comenzar. Un murmullo bajo, sibilante, creciendo como una ola de veneno.—Dios… ¿qué fue eso? —¿Se volvió loca?—¿Sabe siquiera cuánto costaba eso?Aylin sintió la sangre huirle del rostro.Sus dedos se
Capítulo 2 —Yo soy quien mandaNarrador:—Permanece aquí. Vendrá alguien a tomar tus datos. —le ordenóAylin parpadeó, aún aturdida.—No. Volveré mañana.Roman inclinó la cabeza apenas, con la paciencia de alguien que ya conoce la respuesta.—No. Te quedarás.Aylin sintió su cuerpo tensarse.—No tengo por qué…No terminó la frase. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos firmes se cerraron sobre sus hombros. El contacto la sacudió como un golpe eléctrico. El calor de su piel traspasó la tela de su ropa. Sus ojos la atraparon. Impenetrables. Demasiado cerca. Su respiración se volvió errática. El aire caliente chocó contra su mejilla. Se inclinó apenas. Solo un poco. Lo suficiente para que sintiera la amenaza en su proximidad.—Vas a obedecer. —Aylin abrió la boca, pero el nudo en su garganta le impidió hablar. El perfume de él la envolvió, amaderado y oscuro, como un veneno que se infiltraba en su sistema. Y luego, sin previo aviso, la empujó, con la firmeza exacta para que cayera se