Capitulo 3

*—Nathan:

Nunca pensó que estaría regresando a aquel lugar en su vida.

Se bajó de su todoterreno del último modelo y caminó hacia aquella casa que tantos recuerdos le traía. No tenía nada que buscar en dicho lugar. Sus familiares ya no vivían allí pues se habían mudado todos juntos a una ciudad más próspera hace varios años.

Sonrió. Bueno, no es que quisiese decir que aquel lugar no era próspero, pero no se podía comparar a la gran ciudad donde había hecho su hogar por casi 10 años con aquel pueblo donde estaba ahora mismo.

Abrió la puerta de la casa y entró. Aunque la casa había sido habitada por una familia diferente, aún conservaba el olor de antes, a canela y manzana, como los pasteles que hacía su madre. Quizás solo era su mente evocando el olor.

Una triste sonrisa surcó sus labios mientras rememoraba esos viejos tiempos.

Dejó de recordar los viejos tiempos y cerró la puerta para luego tomar su maleta de viaje y moverla para dejarla al lado de un sofá. Nathan Rivers extendió los brazos al aire. Se sentía cansado. Había conducido hacia allí en un viaje de 7 horas y su cuerpo le estaba pasando factura ya. Debería dar un recorrido por la casa antes de irse a la cama.

Nathan se tomó su tiempo recorriendo su vieja casa y recordando en cada esquina buenos momentos vividos allí. Lo que más ayudaba era que un viejo amigo restaurado había sido la persona que había amueblado la casa luego de que los antiguos inquilinos se mudaron. Con las fotos que Nathan le había hecho llegar al mismo, este había hecho un trabajo magnífico encontrando muebles parecidos a los que se usaron cuando vivía aún allí.  Incluso, llámenlo mentiroso, pero la había dejado casi igual, solo unos pequeños detalles insignificantes daban la diferencia que solo su familia y él notaría.

Luego de recorrer su viejo hogar, decidió sentarse al fin en el mullido sofá de su sala. Extendió sus largas piernas cubiertas por el pantalón del traje formal de color negro que llevaba ese día. Estaba hecho polvo. Ese viaje de 7 horas al pueblo lo había matado y solo lo había hecho porque deseaba llegar a este esa noche.

Bueno, sumándole a esto, tampoco había querido pasar una noche más bajó el mismo techo de su esposa. Hizo una mueca. La casa que había compartido con su ex esposa. Así sonaba mejor.

Cerró los ojos y se preguntó a sí mismo.

¿Qué había estado pensando antes?

¿Dónde había tenido la cabeza?

Espera, aun mejor, ¿había pensado con la cabeza correcta?

Una ronca risa salió de su ser.

No, no había pensado con la cabeza sobre su cuello, más bien con la cabeza que estaba en el medio de sus pantalones.

Es que cualquiera con dos dedos de frente se hubiera dado cuenta de lo arpía que había sido, o, mejor dicho, que era su ex esposa.

Stephanie Márquez había sido toda una diosa, un ángel del cielo cuando la conoció en sus años universitarios. Si, había sido todo un ángel, solo que era como Lucifer, un ángel caído.

¿Cómo no lo había venido venir? Había estado tan ciego, había estado tan… ¿enamorado? No, se dijo que aquello había sido un encaprichamiento, sólo había sido una forma de olvidar viejos amores. Tanto así que se dejó llevar por unos largos años hasta que terminó casado con ella.

Lo que no entendía es que, como él, un hombre tan inteligente, se había dejado cegar y no había visto el monstruo que era su ex esposa. Stephanie era una mujer interesada que solo le importaba el dinero y que solo se había acercado a él en la universidad con la intención de vivir una vida buena.

Movió la cabeza e intentó despejar sus pensamientos. Había venido a este pueblo a olvidar a Stephanie, de la cual se había librado por fin esta mañana al resultar su divorcio al fin efectivo. Ni bien le comunicaron esa gran noticia, Nathan puso en marcha sus planes, tomó sus maletas y su auto y condujo hasta allí.

Sabía que mañana la prensa estaría loca con la noticia del divorcio de ambos. No le importaba. Esos chismes dudaban que llegaran a este lado del mundo tan alejado y tranquilo. Era el mejor sitio para ocultarse y relajarse hasta que las aguas se calmaran. Además de ello, podría disfrutar de las pascuas en este pintoresco lugar.

Había sido una buena decisión.

Nathan soltó un suspiro y se puso de pie.

Pensar en su ex esposa le quitó el cansancio y el sueño. Además, si se dormía ahora, estaría soñando con ella por haber pensado en la misma recientemente. Era mejor que aclarara sus pensamientos dando una vuelta por el pueblo. De todos modos, debería comprar cena para esta noche.

Agarró la maleta y la llevó al segundo piso para no dejarla allí en su sala. Entró al cuarto principal que antes había sido el de sus padres y que ahora iba a ser suyo mientras estuviera allí. Dejó la maleta sobre la cama con dosel para buscar ropa más cómoda en esta, ya que tenía este traje desde tempranas horas.

Retiró de su cuerpo el traje hecho a su medida y de una buena marca y decidió colocarse un jersey oscuro y unos vaqueros que habían visto otro color, pero eran tan cómodos que Nathan, aun con el dinero que tenía, no quería deshacerse de estos. Se calzó unas botas para la nieve y luego se colocó el mismo abrigo de cachemir de antes.

Cuando estuvo listo, bajó y salió de la casa.

El viento frío de la época le golpeó la cara y se arrepintió de no ponerse un gorro, pero no iba a regresar sobre sus pies. Comenzó su caminata por aquel pueblo lleno de recuerdos.

Los recuerdos iban y venían. Recuerdos como su primer beso, su primer partido, sus salidas nocturnas, saltaron en su mente. Se detuvo frente a una cafetería, la cual frecuentó durante sus años de juventud. Oh sí, recordaba esas tardes con su grupo de amigos en aquella cafetería.

Nathan se acercó por el cristal para mirar dentro del lugar. Era increíble como la fachada seguía siendo igual que hacía diez años. Aunque bueno, era muy raro que en pueblos pequeños los sitios cambiarán. La urbanización llegaba poco a poco a estos lugares.

Una sonrisa apareció en su rostro. Si pudiera, Nathan se encargaría de reformar aquel lugar, pero éste perdería su toque pintoresco y era mejor dejarlo así. Además, le traía buenos recuerdos y si eso era él, estaba seguro que otros que ya vivían allí se sentían igual.

Siguió caminando por los lugares que había frecuentado en un tiempo atrás, incluso llegó a un área donde habían vivido la mayoría de sus viejos amigos. Aunque a algunas casas le habían hecho algunos arreglos todas seguían igual que antes. El sentimiento de añoranza seguía creciendo dentro de él.

En su momento no había querido irse del pueblo, pues dejaba atrás a sus amigos y a personas importantes para él, pero por su porvenir había sido lo mejor. Solo que quizás debió de regresar al menos alguna vez. La verdad es que habían pasado diez años desde que se fue y no había vuelto a poner un pie hasta ese entonces. Había estado muy ocupado.

Continuó con su caminata hasta que escuchó como alguien se quejaba del universo en voz alta. Era una voz femenina. Nathan rápidamente buscó el lugar de donde esta venia. Era una mujer luchando con su auto. Se acercó para ver mejor y verificar si podía ofrecerle su ayuda, pero mientras se acercaba, notó que dicha mujer se le parecía muy conocida, demasiado diría él.

La mujer cayó al suelo de un momento a otro y Nathan se asustó, por lo cual saltó hacia ella para ayudarla, pero vio cómo en unos segundos la mujer se levantaba y comenzaba a sacudirse la nieve de su ropa mientras volvía a quejarse de todo.

—¿Estás herida? —preguntó Nathan acercándose más y vio cómo, dándole la espalda, la mujer negaba con la cabeza.

Su cabello, el cual era de un rico y brillante rubio-fresa, se movió ante la acción y Nathan se dijo que ya no había distinción. Era ella y su corazón latió rápidamente al reconocerla. Perdió su control al recordar, como si fuera en cámara lenta, los bellos momentos que vivió junto a aquella mujer aparecieron en su mente.

Era su ex novia Rosemary Hamilton.

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