Capítulo 10

Para este punto sus amigos han guardado silencio y solo el sonido de la música suave y las pláticas inconexas rodean a nuestro alrededor. El aire se comprime en mis pulmones y las manos me sudan, Abel había cambiado, tenerlo tan cerca me daba inseguridad, no lo reconocía, era una persona diferente a lo que creí ver en el pasado, su aura me estresa y hace añicos mi tonta y fingida seguridad, pero me armo de valor, después de lo que pasó en el pueblo, no iba a permitir que nadie me volviera a pisotear, mucho menos un engreído como él.

—No te metas en mis asuntos, es mi empleada y…

Cierro y abro los ojos.

—Era —espeto con dureza—. Ya no lo soy, creo haber dejado claro que renuncio.

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