CAPÍTULO 25
Saco mis manos de debajo de su camisa y las coloco en la base de su cuello. Repito el gesto.
Sus ojos se oscurecen de deseo ante mi declaración, pero rápidamente lo disimula.
—No quiero hacerte daño en el cuello —dice acariciando suavemente mi piel herida.
Le sonrío y le guiño un ojo.
—Puedo soportarlo —digo en tono alegre.
Sonríe, se inclina y posa sus labios sobre los míos en un beso dulce que dura apenas un segundo antes de retomar donde había quedado.
Vuelve a besarme lentamente a lo largo de la mandíbula y, cuando alcanza mi oreja, mordisquea ligeramente el lóbulo.
—Si te duele, dímelo y pararé —me dice con seriedad antes de dedicarse a mi cuello.
Empieza con besos suaves y siento un pequeño pinchazo de dolor cada vez que sus labios tocan mi piel. Aguanta, me dice una voz interior.
Cuando llega a la base de mi cuello, se detiene sobre mi punto sensible. Arqueo ligeramente la espalda y lo dejo tomarse su tiempo. Sonríe contra mi piel mientras continúa en la unión entre