03

**CAPÍTULO 03**

El olor acre de la muerte y de la carne en descomposición me golpea cuando inspiro.

¿Dónde demonios estoy ?

Intento levantarme, pero al incorporarme del suelo, mis piernas flaquean y caigo directamente sobre el cemento.

Tengo que salir de aquí, tengo que escapar.

Miro a mi alrededor, buscando una salida, pero no encuentro nada. No hay ventanas, solo unas luces débiles colgando sobre cada celda. Barras de hierro lo suficientemente juntas como para que nadie pueda colarse entre ellas.

No puedo escapar.

—Bueno, parece que por fin despertaste —dice una voz grave a mi izquierda.

Rápidamente, me apresuro hacia el lado opuesto de la celda, respirando agitadamente por el horror. Veo a un hombre alto, de cabello castaño claro. Su cuerpo es robusto y musculoso. Si intentara alejarme de él, no podría.

Se acerca a mi jaula, dejando que la luz ilumine sus ojos marrón oscuro, casi negros. ¿Qué quiere de mí ? ¿Por qué me tiene encerrada ? No he hecho absolutamente nada. Solo huía de la realidad que poco a poco devoraba mi vida.

—Eres del tipo calladita, ¿eh ? —dice sonriendo.

En respuesta, abrazo mis rodillas contra el pecho. No puedo obligarme a decirle nada. El miedo me invade, y sé que mi voz traicionaría mi angustia.

—No te preocupes, te haré gritar en un abrir y cerrar de ojos —dice mientras abre la puerta de la celda.

¿Gritar ? ¿Por qué debería gritar ? ¿Qué piensa hacerme ?

Mi respiración se acelera aún más mientras se acerca. Intento retroceder, pero las barras detrás de mí me lo impiden.

En un instante, me agarra del antebrazo y me jala brutalmente. Su agarre es tan fuerte que casi puedo sentir cómo se me quiebra el hueso. Un moretón aparece de inmediato.

Me arrastra por un pasillo y me lleva a otra sala. Es un lugar oscuro y mohoso, con paredes de piedra y una bombilla que parpadea. Huele a humedad y, de nuevo, a muerte.

Y en el centro, hay una gran silla metálica. ¿Adivinas quién acaba ahí ? Exacto, yo. Y no es que me trate con delicadeza tampoco.

Rápidamente, mis manos y pies son esposados a la silla por este hombre imponente que me mira con suficiencia.

Soplo un mechón de mi largo cabello que cae sobre mis ojos y le lanzo una mirada furiosa. Ya no tengo miedo. Ahora estoy furiosa.

—Podemos hacerlo por las buenas o por las malas, querida —declara sin inmutarse.

Pongo los ojos en blanco ante su frase tan cliché.

—Solo dime qué haces en este territorio —añade cruzándose de brazos sobre el pecho.

¿Territorio ? Frunzo el ceño, desconcertada. ¿Qué quiere decir con territorio ?

Él suspira.

—Los humanos nunca se aventuran en este territorio. Está demasiado apartado para que alguien caiga aquí por accidente. Entonces, ¿por qué estás aquí ? —pregunta acercándose más.

¿Y qué quiere decir con « humanos » ? ¿No es él también uno ?

—No sé de qué…

No tengo tiempo de terminar mi frase. Un golpe violento me impacta en el costado del rostro.

Me ha abofeteado.

La sangre empieza a llenarme la boca, y me desplomo hacia un lado, intentando recuperarme del golpe.

Le ha puesto tanta fuerza que por un momento pensé que era un puñetazo.

Escupo sangre al suelo y muevo lentamente mi mandíbula dolorida. Al exhalar, levanto la mirada hacia él, clavándole la vista.

He sufrido maltratos antes, imbécil, vas a tener que hacer mucho más que eso para quebrarme.

Como si pudiera oír mi desafío interior, me golpea otra vez. Esta vez, aún más fuerte.

—No vuelvas a mirarme así —gruñe, apretando y soltando los puños a su costado.

El terror regresa, más intenso que nunca.

—Te dije que podíamos hacerlo por las buenas o por las malas. ¡Ahora dime por qué estás en nuestro territorio ! —grita, acercando su rostro al mío.

Las lágrimas brotan de mis ojos.

—Yo… no sé de qué hablas —digo rápidamente, esperando evitar otro golpe—. Por favor, déjame ir —suplico entre sollozos.

Él niega con la cabeza y se dirige a un interruptor en la pared.

—Hablarás tarde o temprano.

Entonces presiona el interruptor.

De repente, olas de electricidad recorren la silla metálica, enviando descargas a todo mi cuerpo. Cada músculo se contrae violentamente, cada vello se eriza por la tensión. Un grito desgarrador escapa de mi garganta. El dolor es insoportable.

Grito una y otra vez, aunque mi garganta arde.

Jamás había sentido un dolor semejante. He recibido bofetadas, puñetazos, quemaduras, cortes, pero nunca había soportado el horror de la electricidad atravesándome.

Después de lo que parece una eternidad, apaga el aparato.

Me desplomo sobre la silla, con la cabeza gacha, jadeando y cubierta de sudor.

No tengo tiempo de recuperarme cuando otra bofetada me golpea en pleno rostro. Esta vez, me araña la mejilla con su uña. Una vez más, la sangre llena mi boca.

En lugar de escupirla como antes, la dejo fluir, demasiado agotada para hacer otra cosa.

—¡¿Por qué estás en nuestro maldito territorio ?! —vuelve a gritar, fuera de sí.

No respondo. Me quedo en silencio, incapaz de explicar algo que desconozco.

Mi cabello cae sobre mi rostro, ocultando mis lágrimas y la sangre. ¿Qué he hecho para merecer esta vida miserable ?

Lo escucho alejarse. Luego, una nueva ola de dolor me atraviesa.

Grito, una y otra vez, mientras las descargas continúan. Quiere respuestas, pero no cree en mi verdad.

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