—Tú… —Marcos odiaba tanto la impotencia de Sergio que apretaba los dientes con fuerza.
Dirigió una mirada fulminante a Miguel y refunfuñó:
—Esta vez has ganado, pero ahora tienes que entregarme el antídoto.
—¿Cómo? En esta competición, no había tal regla que requiriera a los participantes entregar