Marcos miró a Ricardo Blanco con suspicacia, casi haciéndose añicos los dientes.
¿Cómo Miguel era el salvador de la señorita Blanco?
Alejandro se adelantó para saludar:
—Hermano Blanco, bienvenido. Tu visita ha iluminado nuestra casa.
—No hace falta tanta cortesía entre nosotros, hermano. Esta vez