Sin embargo, Miguel no le dio oportunidad de descansar; se precipitó hacia él.
—¡Muere! —exclamó el hombre con todas sus fuerzas.
Agarró la solapa de Miguel con la mano izquierda; de repente, se podía sentir una energía sospechosa emanando de su chaqueta.
Al siguiente instante, las agujas de plata,