En ese momento, Francisco llamó por teléfono.
—Alicia, ¿estás bien? Tranquila, ya he llamado a alguien para que te saque de allí. Si Carlos se atreve a tocarte, jamás se lo perdonaré.
Pero, en realidad, no había enviado a nadie. Porque realmente no había encontrado ninguna solución que satisficiera