En la mansión del presidente de Ríomar.
Diego no cesaba de toser en la cama, de vez en cuando, tosía sangre.
—Doctor Gómez, ¿por qué mi enfermedad es tan grave?
Y ni siquiera el propio Pedro entendió lo que estaba pasando.
Siguió tocando su barba.
—Presidente de la Cruz, su pulso está muy alterado.