Cuando quiso jalar a Frida hacia él, un par de manos lo tomaron de los hombros y lo hicieron girar, encontrándose con el puño de Román.
—¡¿Qué se supone que estás haciendo con mi mujer?! —exclamó furioso. Tenía ganas de destrozar a ese pobre diablo con sus propias manos.
—¡Señor Gibrand! ¡No sabí