El multimillonario CEO Enzo Lombardi siempre ha tenido el control su vida... hasta que su abuelo fallece, dejándole una condición inesperada: casarse para heredar su imperio. Ninguna mujer de la alta sociedad lo conmueve, pero en un viaje para distraerse a una isla paradisíaca, conoce a Brooke Seller, la mejor amiga de la hermana de su socio. Ella es sencilla, humilde y ajena a su mundo de lujo, pero hay algo en ella que lo atrae. Enzo ve en Brooke la solución perfecta a su problema. Sin embargo, lo que comenzó como una estrategia se convierte en una batalla por su corazón cuando Brooke descubre la verdad: su matrimonio solo fue una jugada para que él obtuviera su fortuna. Ahora, Enzo debe luchar para convencerla de que lo que siente por ella es real... antes de perderla para siempre.
Ler maisBrooke estaba en casa sola, esperando que Enzo volviera de una reunión. Tenía un cheque que debía depositar ese día, pero no lograba encontrar su chequera. Recordó que Enzo mencionó haber usado una de sus chequeras la semana pasada y decidió subir a su oficina.
Al entrar, notó el característico orden del lugar: cada objeto parecía estar exactamente en su lugar. Se acercó al escritorio y empezó a revisar en los cajones. En el segundo encontró sobres, contratos, y papeles que claramente pertenecían a las empresas de su esposo. Entre ellos, un título llamó su atención: “Última voluntad y testamento de Giovanni Lombardi”.
Curiosa, y quizás inconscientemente inquieta, tomó el documento. Su nombre en una de las cláusulas destacaba como un grito silencioso:
"Enzo Lombardi podrá acceder a la totalidad de los bienes y propiedades listados siempre y cuando contraiga matrimonio antes de cumplir los 30 años".
Brooke sintió cómo su respiración se detenía mientras seguía leyendo. Ahí estaba: su nombre, los detalles del testamento, y lo que parecía una firma reciente de aceptación de Enzo.
—No puede ser... —susurró, sintiendo el peso de la traición como una daga en el pecho.
En ese momento, la puerta de la oficina se abrió de golpe. Enzo entró distraído, hablando por teléfono, pero se detuvo en seco al ver a Brooke con los documentos en las manos.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con un tono alarmado, acercándose rápidamente.
Brooke lo miró, y su expresión de desconcierto cambió a una mezcla de furia y dolor.
—¿Qué es esto, Enzo? —le espetó, levantando los papeles para que los viera claramente.
Enzo cerró los ojos por un segundo, maldiciendo internamente su descuido.
—Puedo explicarlo...
—¿Explicarlo? —su voz temblaba, pero no cedía. Dio un paso hacia él, dejando caer los papeles sobre el escritorio—. ¿Vas a explicarme cómo nuestro matrimonio fue un contrato para que heredes la fortuna de tu abuelo?
—Déjame explicarte...
—¡Eso es lo que estoy esperando! —gritó, golpeando el escritorio con los documentos—. ¡Explícame cómo encajo yo en todo esto! ¿Desde el principio fue un plan? ¿Me buscaste por eso?
Enzo respiró hondo, pasando una mano por su cabello desordenado. Había esperado este momento, pero no tan pronto. Había pensado que tendría tiempo, que encontraría una manera de explicarlo todo sin que ella se sintiera traicionada. Ahora, cada segundo que pasaba lo hacía ver más culpable.
—Cuando te conocí... —comenzó, pero Brooke lo interrumpió.
—Cuando me conociste, ¿qué, Enzo? ¿Ya sabías que yo era perfecta para cumplir tu condición?
—No, al principio no. —Su voz era suave, casi inaudible.
Brooke soltó una risa amarga, llena de incredulidad.
—Eso lo hace peor. ¿Me usaste? ¿Jugaste conmigo, con mis sentimientos, solo para asegurarte tu m*****a herencia?
Enzo se acercó un paso más, pero ella retrocedió, levantando una mano para detenerlo.
—Brooke, escúchame. No fue así. Sí, es cierto que necesitaba casarme, pero cuando te conocí, todo cambió. Tú cambiaste todo.
—¿Y eso debería consolarme? —respondió con frialdad. Su voz se quebró al final, traicionada por las lágrimas que amenazaban con salir.
Enzo apretó los puños, luchando por encontrar las palabras correctas. Sabía que cualquier cosa que dijera podría empeorar las cosas, pero no podía dejar que ella se fuera sin entender lo que realmente sentía.
—Brooke, al principio sí pensé en la herencia, pero me enamoré de ti. Lo juro. Esto dejó de ser un plan hace mucho tiempo.
—¿Debería creerte? —susurró, sus ojos llenos de lágrimas—. Porque ahora mismo, todo lo que siento es que fui un medio para un fin.
El silencio se instaló entre ellos como un abismo imposible de cruzar. Brooke dejó caer los papeles sobre el escritorio y se dirigió a la puerta.
—Brooke, por favor, no te vayas así.
Ella colapsó, le pareció el colmo que intentara retenerla. Se volteó con demasiada ira y le gritó.
—¡Aléjate de mí, maldito mentiroso! —gritó Brooke, girándose con tal furia que el aire a su alrededor parecía chisporrotear.
Pero su ira no alcanzó a sostenerla. Un mareo repentino nubló su vista, y apenas tuvo tiempo de llevarse una mano a la frente antes de que todo se volviera negro.
—¡Brooke! —la voz de Enzo se quebró mientras corría hacia ella. La sostuvo justo a tiempo, abrazándola como si con eso pudiera evitar que el mundo se derrumbara.
El tiempo pareció detenerse. Su rostro, pálido y sin fuerzas, lo asustó como nunca antes.
—No te desmayes, por favor... —susurró, desesperado, mientras la levantaba en brazos y corría fuera de la oficina.
El hospital fue un frenesí. Médicos y enfermeras rodearon a Brooke en cuanto llegaron, dejando a Enzo parado, impotente, mientras la llevaban a una sala de emergencias.
Los minutos eran cuchillas que cortaban su alma. Caminaba de un lado a otro, sus manos temblaban y su corazón parecía querer salirse del pecho. Finalmente, un médico salió de la sala.
—¿Cómo está mi esposa? —preguntó Enzo, antes de que el médico pudiera decir algo.
—Ella está estable, señor Lombardi, pero sufrió un colapso por estrés y baja presión. Y hay algo más...
El médico hizo una pausa, observándolo con atención.
—¿Qué? ¿Qué más? —la voz de Enzo era apenas un susurro.
—Felicidades, señor. Su esposa está embarazada.
Por un instante, todo lo demás dejó de existir. Las palabras resonaron en su mente, pero no podía procesarlas.
—¿Embarazada? —repitió, incrédulo.
—Sí, aproximadamente seis semanas. El estrés no es recomendable, así que necesita descansar y evitar cualquier situación que la altere.
El médico siguió hablando, pero Enzo ya no escuchaba. La culpa, la alegría y el miedo se entremezclaban en su interior. "Un bebé. Vamos a tener un bebé".
Cuando le permitieron entrar a la habitación, la encontró despierta, con el rostro pálido pero los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué haces aquí? —su voz era baja, pero cortante como un cuchillo.
—Brooke, por favor... —se acercó, pero ella alzó una mano, deteniéndolo.
—No te atrevas a decirme que te importa. —dijo con amargura.
Él respiró hondo, intentando mantener la calma.
—No te oculto esto. Estoy tan feliz como asustado.
Ella lo miró fijamente, como si hubiera escuchado mal.
—¿Qué dijiste?
—Ya el medico me lo dijo y quiero que sepas que estoy dispuesto a luchar por ustedes.
El silencio cayó como un peso entre ellos. Brooke llevó una mano a su vientre, procesando la noticia. Sus ojos, llenos de lágrimas, se alzaron hacia los de Enzo.
—Un bebé... —su voz tembló, cargada de incredulidad y emoción.
—Sí. —respondió él, dando un paso hacia ella—. Brooke, lo siento. Sé que te fallé, pero quiero estar contigo, quiero que estemos juntos en esto.
Ella negó con la cabeza, rompiendo a llorar.
—¿Cómo se supone que te crea después de todo esto? ¡Me traicionaste, Enzo! Y ahora… ahora hay un bebé.
Él quiso acercarse, pero no lo hizo. Pensó qu
e sería su oportunidad para redimirse con ella. No podía perderla, mucho menos ahora que estaba esperando un bebé suyo.
Capítulo Extra: Una Navidad MágicaLa casa en París estaba envuelta en luces cálidas y el aroma a canela y galletas recién horneadas. Afuera, la nieve cubría los jardines con una manta blanca, mientras en el interior, la chimenea crepitaba suavemente, brindando una calidez reconfortante.—¡Papá, mamá, miren! —gritó Isabella con emoción, sosteniendo un regalo envuelto en papel rojo con un moño dorado.Brooke, con su vientre enorme de ocho meses, sonrió mientras la observaba con ternura. Isabella tenía apenas tres años, pero su entusiasmo por la Navidad era contagioso. Llevaba un pijama rojo con renos y un gorrito de Santa Claus, y su carita reflejaba pura felicidad.Enzo se acercó y la levantó en brazos con facilidad.—¿Y quién te dejó este regalo, piccola? —preguntó con una sonrisa.—¡Papá Noel, obviamente! —respondió Isabella, poniendo los ojos en blanco, como si su padre estuviera preguntando algo demasiado obvio.Brooke soltó una carcajada desde el sofá, donde estaba cómodamente re
Capítulo Final: Nuestro Para SiempreEl sol dorado se filtraba entre las hojas de los árboles, bañando el campo de flores silvestres con una luz cálida y resplandeciente. La brisa ligera movía los pétalos con suavidad, llevando consigo el dulce aroma de lavanda y jazmín que llenaba el aire. En el centro de aquel paisaje de ensueño, una niña de rizos oscuros y ojos vivaces corría descalza sobre la hierba fresca, soltando risitas de pura alegría.—¡Papá, atrápame! —gritó la pequeña, con su vestido blanco ondeando como una mariposa en movimiento.—¡Voy por ti, principessa! —respondió Enzo, fingiendo que la alcanzaba con movimientos exagerados, mientras ella gritaba divertida y huía entre las flores.Brooke, sentada en una manta extendida sobre el césped, los observaba con una sonrisa radiante, apoyando la cabeza en su mano mientras el viento jugueteaba con su cabello. Se sentía tan ligera, tan llena de amor, que casi parecía que flotaba en aquel rincón idílico de su casa en París, su ref
Capítulo: Bienvenida al mundo.El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Brooke despertó con una punzada en el abdomen. Al principio pensó que era una molestia pasajera, algo común en el último trimestre del embarazo, pero cuando la sensación se repitió con más intensidad, supo que algo estaba pasando.Se sentó lentamente en la cama, colocando una mano sobre su vientre, sintiendo cómo su bebé se movía.—Tranquila, pequeña —murmuró con voz ronca, acariciando su barriga.Pero la pequeña no parecía querer tranquilizarse. Otra contracción la obligó a cerrar los ojos y apretar los dientes.—Mierda…A su lado, Enzo dormía plácidamente, completamente ajeno a lo que estaba ocurriendo. Brooke lo miró con una mezcla de amor y frustración. Lo zarandeó con suavidad.—Enzo…Él gruñó, hundiendo la cabeza en la almohada.—Cinco minutos más, amor…Otra contracción la hizo soltar un jadeo y ahora sí, lo sacudió con más fuerza.—¡Enzo, despierta!Él abrió los ojos de golpe, su cuerpo
El sonido del agua golpeando suavemente contra la orilla del Sena creaba una melodía tranquila mientras Brooke y Enzo continuaban su paseo. París tenía algo mágico, algo que hacía que cada momento pareciera sacado de una historia de ensueño.Brooke se aferró un poco más al brazo de Enzo mientras caminaban, disfrutando de la tranquilidad de la ciudad al atardecer.—Nunca imaginé que terminaría aquí —dijo en voz baja, observando el reflejo de las luces en el agua.—¿Aquí, en París? —preguntó Enzo, mirándola de reojo.—No solo en París. Contigo.Enzo se detuvo y la miró con intensidad.—¿Te arrepientes?Brooke negó rápidamente con la cabeza.—No. Nunca.Él sonrió con alivio y la atrajo hacia sí, besándola suavemente.—Entonces no pienses en cómo llegamos aquí, solo en lo que viene ahora.Brooke suspiró contra sus labios.—¿Y qué viene ahora?—Nuestra vida juntos. Sin miedos, sin sombras del pasado. Solo tú, yo… y nuestra hija.El solo hecho de que lo dijera en voz alta hizo que los ojos
Los días siguientes al juicio fueron extraños. Brooke aún sentía la adrenalina en su cuerpo, pero al mismo tiempo, una calma que no había experimentado en meses. Alessandra y Gabriel estaban fuera de sus vidas, y aunque el daño que causaron nunca se borraría, al menos ya no tenían poder sobre ellos.La noticia del juicio había recorrido Italia y el mundo entero. Los periódicos publicaban titulares sobre la caída de Alessandra y los crímenes cometidos. Pero lo que más llamaba la atención de la prensa era Brooke y Enzo: la pareja que había sobrevivido al infierno.Brooke intentó mantenerse al margen de toda la atención mediática, pero no era fácil. Los reporteros todavía rondaban la mansión Lombardi, esperando alguna declaración.—Esto es agotador —murmuró, mirando por la ventana cómo un grupo de periodistas se amontonaba en la entrada.—Ya se cansarán —respondió Enzo desde el sofá, sin levantar la vista del informe que revisaba.Brooke se giró hacia él, arqueando una ceja.—¿Eso crees?
El juicio de Gabriel.El segundo día del juicio comenzó con una atmósfera cargada de tensión. La sala del tribunal estaba nuevamente abarrotada, pero esta vez, el ambiente era diferente.Gabriel fue escoltado hasta el estrado. No llevaba la misma arrogancia de Alessandra ni la actitud despreocupada de Vincenzo. Se veía derrotado. Sus ojos reflejaban cansancio y arrepentimiento.Brooke lo observó en silencio. Recordaba al hombre que alguna vez conoció, el que la había engañado con su encanto falso y sus promesas vacías. Pero ahora, frente a ella, no había rastro de aquel hombre seguro de sí mismo.El juez inició la sesión, y el fiscal se puso de pie.—Señor Gabriel Santoro, usted está aquí acusado de complicidad en el secuestro y retención ilegal de Brooke Lombardi y Alessia D'dario. ¿Cómo se declara?Gabriel tragó saliva antes de responder.—Culpable.Se escucharon murmullos en la sala. Brooke no estaba sorprendida, pero aun así, escuchar la confesión la hizo sentir una extraña mezcla
Último capítulo