Al día siguiente, a Sofía le carcomía la incomodidad mientras más pensaba en lo sucedido. Sobre todo al recordar la actitud insolente y provocadora de Valeria en la fiesta.
Harta, al salir del trabajo, condujo a casa. No podía creer que nadie fuera capaz de poner en su lugar a Valeria. Era demasiado arrogante.
Una cosa era que lo hubiera hecho una o dos veces antes, pero en esta ocasión la había humillado a ella y a su cliente delante de todo el mundo. Esta vez, Sofía había llegado a su límite.
Al terminar su jornada, tomó el video que había copiado y manejó hasta la residencia familiar.
Al llegar, encontró a su madre sentada en el sofá, justo cuando se disponía a quitarse los lentes. Lorena parecía algo sorprendida al verla.
—Sofía, ¿qué haces aquí?
Lorena, por supuesto, estaba al tanto de los problemas de su hija.
Sofía echó un vistazo alrededor, pero no vio a quien buscaba. Un poco extrañada, preguntó:
—Mamá, ¿y mi "hermanita"?
—¡Qué modos son esos de hablar! —la reprendió su madre