Capítulo 6: Seda de visita.

—Qué alegría, es bueno verlos por esta casa Demir, hola muchacha—los saluda Abdul muy emocionado, a Seda y a su padre.

—Está muy linda tu casa Abdul. Se nota que Feriyek, tiene muy buenos gustos.

—Gracias amigo, pronto también será tu casa Seda—indica Abdul a la muchacha y ella se sonroja.

—Permiso, ¿puedo recorrer la casa? —pregunta Seda con timidez. 

—Claro que puedes, ve y córrela. Familiarízate con cada rincón de esta casa—señala Abdul sonriendo.

—Ya vuelvo.

—Ven Demir, tenemos que hablar de negocios, primeramente.

—Así es amigo—se van juntos a platicar a solas.

Comienza Seda a recorrer, los enormes espacios de la mansión y sube motivada por el fisgoneo hasta el segundo piso, la encantadora joven lleva su hermosa cabellera, esta vez cubierta con un velo y su vestimenta es muy recata. No obstante, lleva consigo esa sensual mirada rozagante y un hermoso brillo en su rostro, que ilumina más que los rayos del sol.

Sin reserva, llega hasta la habitación de Mustafá sin saberlo. De la nada se asoma en la puerta, la cual estaba medio abierta. Mustafá nota su presencia, quien acababa de ducharse y con gracia deja caer su toalla, quedando completamente desnudo ante la vista de la muchacha. Seda se asusta, palidece y velozmente sale corriendo, en su vida había visto un hombre desnudo ni siquiera en revistas.

Mustafá se carcajea con fuerza producto de su travesura, se viste rápidamente para ir a saludarla. Seda se queda muy perturbada, por lo que evidenció a un costado del pasillo, tocando con angustia su pálido rostro.

Sale Mustafá, con su cara muy lavada a saludarla:

—Hola Seda, es bueno verte.

—Hola—musita la joven aun apenada.

—¿Qué tienes estás pálida? —disimula bosquejando una sonrisa.

—Nada, mejor me voy abajo.

—Espera, vamos juntos.

—Está bien.

—No entiendo tu intranquilidad—comenta Mustafá y se va con ella hasta el jardín.

En el despacho, sus padres pactan su futuro matrimonia a espaldas de Mustafá, todavía desconoce las intenciones de su padre, de arreglar un matrimonio para él.

—Aquí tienes Demir como te prometí, son las escrituras de las acciones, todas para ti—le entrega unos documentos, para que los firme.

—Que agradable noticia Abdul—abre Demir los ojos como un plato, con tanto dinero de por medio.

—Estoy convencido, que Seda será la mejor esposa, que pude haberle escogido a Mustafá.

—Así es querido, mi hija vale oro. Abdul quiero establecer en el contrato matrimonial, que mi hija y Mustafá, no se separen por nada del mundo. Quiero que esta unión sea por la eternidad.

—Excelente, pienso lo mismo también estoy en contra del divorcio.

—Nos entendemos muy bien amigo.

—Salud por eso—indica Abdul chocando sus vasos de té.

*****

En el jardín:

—No comprendo ¿Por qué sigues tan asustada? —pregunta con gracia Mustafá.

—No me hagas caso.

—Bueno está bien ¿Por qué no te quitas ese velo de la cabeza?

—No puedo es la costumbre.

—¿Cuál costumbre? Ya eso quedó abolido, la mayoría de las mujeres ya no lo usan.

—Las musulmanas sí.

—No todas, en fin, cada quien con sus hábitos.

—Así es.

—¿Estudias? —pregunta Mustafá, para sacarle conversación a la muchacha.

—No.

—¿Y eso por qué? —pregunta con extrañeza.

—Me preparo para casarme—no le dice Seda nada más.

—¿Te conformas con tan poco?

—Eres muy raro, todo lo que digo lo cuestionas.

—Lo siento. Es que me crie, prácticamente en Norteamérica, allá todo es tan distinto.

—Cuéntame ¿Cómo es vivir en los Estados Unidos?

—Fascinante, se vive con mucha libertad—señala Mustafá muy sonriente.

—Espero algún día conocer Norteamérica.

—Tu padre es un hombre muy rico, seguramente algún día te llevará, o tu marido millonario, ja, ja, ja—señala paradójicamente Mustafá.

—No te rías—protesta Seda.

—Tranquila, es una pequeña broma.

—De muy mal gusto—lo mira Seda con aprensión.

*****

Las Vegas, Nevada.

—Mustafá—musita repentinamente Sheila, abriendo sutilmente sus ojos.

—Hola bienvenida a la vida—le susurra el doctor y comienza a medirle los signos vitales.

—¿Qué me pasó?

—Tranquila, te atropelló un auto y por poco pierdes la vida.

—¿Eres el doctor?

—Así es, soy el médico residente de esta área.

—Quiero ver a mi mamá.

—Por ahora, no es posible ésta es un área restringida. Lo siento—la mira el doctor grácilmente hipnotizado.

En un abrir y cerrar de ojos, a la pobre Sheila le cambia el destino, su vida se trasforma sin saber lo que le deparará el futuro. Sus trémulos pensamientos se centran en Mustafá, con un aire de incertidumbre agobiante. Se detiene a pensar por un momento en lo que, ocurrió sin hallar una respuesta satisfactoria, al total enigma de como sucedieron las cosas.

Al salir, el doctor echa un vistazo y con la mirada, encuentra a Amelia madre de Sheila, se le acerca enseguida para decirle:

—Señora Amelia, su hija despertó.

—Quiero verla doctor.

—Por ahora está descansando, su estado sigue siendo delicado por su embarazo.

—Dios tanta incertidumbre atormenta.

—Su hija mencionó, un nombre al despertar dijo Mustafá.

—Es su novio.

—¿Está comprometida? —se maravilla de inmediato el doctor.

—No, es un joven musulmán con quien tiene un amorío, ya sabe cómo son los jóvenes de hoy en día muy impulsivos.

—Entiendo.

—Ese chico dice amar a mi hija, pero la realidad es otra.

—¿Cuénteme?

—La familia del muchacho es rica, y dudo mucho que quieran a Sheila para él.

—Con todo respeto, pero Sheila es hermosa.

—Si doctor mi hija es muy bonita, pero su belleza no es suficiente para esa gente.

—¡Vaya!

—De igual forma, tengo que hablar con el muchacho, me parece raro que no haya venido a ver a mi hija, si dice quererla tanto. Tengo que decirle, que mi hija espera un hijo suyo.

—Haga lo que crea correcto, si me disculpa. Volveré a ser mis rondas.

—Está bien doctor.

*****

Estambul Turquía.

Al irse Seda y su padre, Abdul llama a Mustafá, para conversar en privado y darle la noticia improvisada de su casamiento.

—Te portaste cómo todo un caballero, que bueno que esta vez, no me hiciste pasar un mal rato hijo.

—Por lo visto, me catalogas como la oveja negra de la familia.

—Mustafá, hay algo que tengo que decirte. De seguro te pondrás, tan contento como yo lo estoy.

—Si te alegra a ti, dudo mucho que a mi guste papá.

—Definitivamente eres un rebelde sin causa.

—A ver papá, ¿qué tenías que decirme?

—Hijo te conseguí esposa.

—¿Qué? ¿Es una broma?

—No es ninguna broma Mustafá, tu boda ya es un hecho, te casaras próximamente con Seda la hija de Demir.

—Sobre mi cadáver papá, no me casaré con esa muchacha, ni con ninguna otra. Ah y te prohíbo que me busques novia, yo no te lo pedí—crítica Mustafá a su padre.

—Mustafá no empieces.

—No empieces tu papá, ese empeño tuvo de dominarlo todo. Pero conmigo no lo lograrás.

—Tu boda se hará en un mes.

—Mi vida no te pertenece—le indica Mustafá con rabia.

—Eres mi hijo, es más que suficiente.

—No me casaré y mucho menos con la mojigata de Seda.

—Ah es eso, todavía tienes en la mente las curvas de la occidental, esa mujer es una pervertida, te ha puesto en mi contra.

—A Sheila no la nombres, te lo he dicho hasta el cansancio.

—En un mes es tu boda, ya firmé un contrato con Demir y hasta le di unas buenas acciones de la empresa. Así que tus berrinches, los dejas para después de la boda.

—Eres cínico papá.

—Cuida tus palabras Mustafá. Te las puedo hacer tragar.

—Óyelo bien papá, no me casaré con Seda, no lo haré.

Ingresan su hermano Mohamed, su madre y su tía Halide, al despacho por los gritos del joven:

—¿Ahora qué pasa Abdul? —pregunta su esposa Feriyek.

—Tu hijo anda de rebelde, faltándome el respeto como siempre.

—Mamá, planeo mi supuesta boda a mis espaldas.

—Papá por Dios, tenías que consultarle a Mustafá si estaba de acuerdo—lo cuestiona su hijo Mohamed.

—No digas estupideces Mohamed, que la boda de ustedes las arregle yo. No alientes a éste insolente a seguir faltándome el respeto.

—Te fijas Feriyek, mi hermano arregla el matrimonio de todos, menos el mío. Ya tengo cuarenta años y nada que me busca un marido. Ni siquiera deja, que yo misma lo busque, pero al pobre Mustafá lo obliga a casarse seguramente bajo contrato. Que Alá arruine tus días Abdul—lo reprende su hermana Halide.

—Sal de aquí Halide, ante que pierda los estribos—grita Abdul a su hermana con soberbia.

—No la agarres en contra de mi tía. Que ella tiene razón—sale Mustafá en defensa de su tía.

—Ustedes dos, son tal para cual. Llueva, truene o relampaguee te casarás en un mes Mustafá y es mi ultima palabra. Imbéciles— sale Abdul del despacho, muy molesto con todos.

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