Albert estaba furioso, al darse cuenta de su actitud y manoteó la bandeja para arrebatársela de las manos.
— Me parece que te crees muy importante solo por haberte casado con el idiota de mi primo – caminó hacia ella y la acorraló contra la pared.
— ¿Piensas que porque nadie te ha molestado estos días estás a salvo? ¿Qué me he olvidado de tu rechazo? – la tomó por el cabello con fuerza y la hizo levantar la cabeza.
— No eres más que una mugrosa coja asquerosa y que respire siquiera tu mismo aire, es un privilegio para ti— Eva sentía que en cualquier momento se quedaría calva del doloroso tirón.
— Hoy, te quiero en mi habitación cuando la fiesta termine.
— Si te vuelves a negar o le dices a alguien, mañana mismo estaré hablando con mi madre para que te acusen de ladrona y te metan en prisión, a ver si allí, cuando te violen las otras presas, aprendes a obedecer a las malas.
— Quizás hasta luego te guste – Eva podía ver toda la malicia en sus ojos.
Cómo un joven con tantas buenas posibi