Arabís corría entre los arboles con mucha rapidez y agilidad. Al salir de aquel lugar, se había encontrado con la sorpresa de que afuera estaban cuatro guardias peleando contra un Wendigo. No se detuvo a ayudar, pero en cuanto regresara lo haría. Había pensado en seguir el plan de Meruem pero se negó a hacerlo en cuanto notó que sería imposible no ser vista por la bruja. Así que trataría de buscar ayuda en el bosque, estaba segura de los pequeños guardianes del bosque y los Quetzalcóatl vendrían en su ayuda.
—¡Hola! ¡Guardianes! ¿Dónde están? ¡necesitamos su ayuda!... Vamos —dijo a la nada —¡No pueden dejarnos así! Esa mujer jugó sucio… envenenó a Meruem
Nada apareció, y nadie parecía querer a ayudarla. Recordó que Grecia una vez le dijo, que los seres que