10:30 AM
Leonel llegaba a su ciudad natal, como era costumbre, fue a recibir un abrazo de su bella madre, a pesar de ser como era, no dejaba de ser importante para él.
La mujer que le había dado la vida la crianza y una excelente educación familiar.
Permitía que se metiera en su vida porque no había llegado la mujer a la cual él sintiera que merece respeto y todo su amor y entrega.
Pero estaba seguro que las cosas iban a cambiar en cualquier momento y debía dedicarse a su futura esposa y brindarle los mejores momentos de su vida.
—¡Hijo mío! —exclamó Carlota feliz de ver entrar al jardín a su guapo hijo.
—Madre, qué feliz te hace verme —sonrió Leonel recibiendo un abrazo de su madre, aunque rápido se apartó y lo observó.
—Me alegra que sea a mí, a quien quieras ver primero después de días fuera —Lanzó su primera indirecta.
—¿A qué se debe esa indirecta?, Carlota, deberías saber que eso va a cambiar en cualquier momento —advirtió sentado frente a ella.
—¿Tienes algo con esa niña? —