Las garras de una gatita salvaje.
Draken estaba de vuelta en la habitación sosteniendo una bandeja en sus manos mientras la colocaba en la cama frente a ella.
—No soy bueno en eso. Tendrás que soportarlo —dijo y Sofía se quedó boquiabierta ante el tazón de sopa caliente y humeante y luego a él. No es de extrañar que la hiciera cocinar a ella.
Sofía agarró una cuchara mientras tomaba una cuchara llena y no estaba tan mal. Él estaba apoyado contra la pared al lado de la ventana mirándola expectante como si estuviera esperando que ella vomitara y pusiera cara de asqueroso.
—Está bien —ella dijo y él apartó la mirada de ella. Camino hacia el armario, agarró una camisa y entró en el baño privado.
Sofía bebió su sopa a pequeños sorbos mientras él salía del baño recién duchado. La sangre se había ido y se preguntó si se había curado por completo.
Se sentó en el sofá y fijó sus ojos en ella una vez más. Miró su pie que estaba envuelto en vendas. Se veía tan pálida y débil. Todo fue por él y sus emociones dañadas.
Recordó cómo