Cuando llego al spa el viernes por la mañana, lista para otro día lleno de diversión y aventuras, me sorprende encontrar una niebla de tristeza. Asher tiene los brazos cruzados y habla en voz baja con Paloma, mientras otros se apresuran con la cabeza gacha. Normalmente, a esta hora, hay mucho movimiento: gente yendo y viniendo de la elegante máquina de café, intercambiando saludos matutinos.
—¿Quien murió?— Pregunto, saludándolos. Entonces me detengo. —Oh Dios, ¿alguien realmente murió?
Paloma suspira.
—Solo nuestro lanzamiento completo.
—¿Qué? — Exclamo, buscando a Austin a mi alrededor. —¿Por qué?
—Nuestro mayor inversor acaba de verse envuelto en un escándalo masivo—, explica Asher.
—Espera, ¿te refieres a ese tipo Sinclair? — Pregunto, recordando el video que Austin estaba viendo.
El asiente.
—Sin su dinero, estamos jodidos.
¡Oh Dios, y me estaba riendo de las payasadas del tipo excéntrico!
—¿Cómo lo está tomando Austin? — Pregunto, ansiosa.
—Tan malo como parece—, dice Paloma c