Capítulo treinta y cinco
—Te quiero —vuelvo a repetir mis palabras —pero, tengo miedo de que lo que sea que tengamos salga mal y terminemos heridos.
Me observa por encima de su hombro y retrocede un paso cerrando la puerta —estaba esperando que dijeses eso —veo la sonrisa que porta su rostro por encima de su hombro.
Hago una mueca de confusión y me levanto del suelo ahora más calmada —¿qué me estás queriendo decir?
Gira y se encoge de hombros —sólo quería saber cuáles eran tus sentimientos hacia mí.
—¿Entonces todo lo que dijiste fue actuado? —lo señalo.
Camina hasta llegar a escasos pasos —No y sí. Yo realmente te quiero, simplemente te quiero como no había querido a nadie