Eduardo, con la cara bien pálida, dijo, con voz temblorosa:
—¿Por una mujer vas a dejar a los hombres que han estado dispuestos a dar la vida por ti, señor?
Luna lo miró a Luis, completamente sorprendida.
—Luis…
¡Nunca imaginó que esa incursión en la isla haría que Luis se enojara tanto!
Luis acarició suavemente su cintura, sin quitarle la mirada.
—Incluyéndote a ti.
Después de decir eso, Luis empujó a Luna con fuerza.
—Y también, encuentra a Gloria ya.
Luna, sin saber qué hacer, se quedó ahí sentada, viendo a ese hombre que siempre había sido tan amable y atento con ella, sin entender cómo podía volverse alguien tan despiadado en un segundo.
Confusa y llena de emociones, empezó a hablar sin pensar, como solía hacerlo:
—¡Sigues amando a esa mujer! ¿Qué tiene de especial? ¿Solo porque se parece a mí? ¿No soy suficiente para ti?
Luis, que no quería seguir discutiendo con ella, de repente miró hacia la jaula donde yo estaba.
¡Ah…! ¡Finalmente me vio!
Con un empujón, apartó a Luna y se ace