CAPÍTULO 14
El silencio en la habitación era angustiante.
Amelia estaba acostada en la cama, pálida, con la respiración débil, sus labios morados.
El médico de la manada, quien por suerte era parte del consejo, la atendía con urgencia.
Matthew se quedó de pie junto a la ella, con el corazón acelerado, sintiendo el dolor de su Mate.
—¿Qué le pasa? —preguntó con voz quebrada.
El médico frunció el ceño, revisando el pulso de la loba.
—Ha sido envenenada.
El aire se volvió denso.
—¿Qué?
El médico lo miro preocupado.
—Le dieron Draven.
Matthew abrió los ojos aterrado.
El Draven era un veneno prohibido, letal para cualquier lobo que lo consumiera.
Solo los lobos con linaje Alfa habían logrado sobrevivir a su efecto.
Matthew sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.
Se llevó las manos a la cabeza.
—¡Sálvala! Haz lo que sea necesario, y tendrás siempre el favoritismo de tu Alfa.
El médico se apresuró a inyectarle el único antídoto existente pero fue claro:
—Le he dado el suero, pero ust