Cuando Teo y Kariane desaparecieron por el pasillo lateral, la atmósfera del salón cambió como si alguien hubiera desplazado una pieza clave del tablero. El murmullo general bajó apenas un grado, no por desaprobación, sino porque los lobos del norte comprendían muy bien lo que significaba cuando un lobo escoltaba a su destinada fuera de una celebración. Había respeto implícito en la mirada de los guerreros. Y una atención silenciosa.
Lyra, desde su lugar, lo notó de inmediato. No sonrió, no comentó nada, no intercambió miradas cómplices con nadie. Solo tomó un sorbo de agua y siguió observando la sala. Draven y Alaric la miraban desde la mesa principal, atentos a todo lo que ella hacía o no hacía, como si su mera presencia marcara el ritmo de la seguridad del lugar.
Zoe se tensó al ver al resto de los lobos analizarla cada vez que pasaban cerca. Selene tampoco estaba cómoda, aunque mantenía una postura rígida para que no se notara el temblor en sus manos. El rey Aldren, sentado a la ca