Capítulo 24— Camino al norte.
En el valle del norte, recordó, los cachorros omega dormían abrazados a los betas y alfas por igual. Nadie marcaba a nadie como basura. Nadie ataba a nadie a un poste para que aprendiera su lugar. Su padre siempre decía que un lobo que castiga la debilidad solo demuestra cuán débil es su propia alma.
Lyra abrió los ojos y miró a Selene como quien mira un espejo roto de otra vida que pudo haber sido.
—Selene —dijo, con una calma que escondía la tormenta—, escúchame bien: mientras yo respire y la luna me reconozca, ningún omega del sur volverá a ser atado a un poste por existir. No mientras yo sea su luna.
Selene la miró, incrédula.
—¿Lo dices en serio?
Lyra sostuvo su mirada sin pestañear.
—Lo juro por la luna que me marcó. Por el norte que me vio nacer. Y por la sangre que compartimos las cuatro. Si voy a ser reina del sur, no será para sentarme en un trono bonito. Será para arrancar de raíz a cada alfa que crea que maltratar a los suyos lo hace más fuerte.
En la entrada de la cueva,