Ya Xander se encontraba comiéndole los capullos rosáceos, frotándolos, estirándolos, poniéndolos más erectos, succionando con intensidad, con tanta hambre que ella respiraba a bocanadas como pez fuera del agua.
Acomodado entre sus piernas le restregaba la erección con tanta ferocidad que le iba a