Santiago iba preocupado por su mujer, quién realmente se había puesto pálida, la miraba cada ciertos segundos mientras conducía
—Amor, yo creo que lo mejor será llevarte al hospital. — Luciana negó con la cabeza.
— No mi amor, no fue nada. Mejor vamos a casa. — Santiago asintió no muy convencido.
—¿Por qué ese hombre te dijo eso? — Luciana suspiró mientras seguía viendo por la ventana.
—Eran los padres de Diego — dijo muy suave pero Santiago le escuchó.
—Eso ya lo sé Lu, lo que quiero saber es ¿por qué te dijo lo que te dijo? — Luciana sospechaba el porqué lo había pero era algo que hasta la fecha le dolía.
—No quiero hablar de eso Santi, por favor, al menos no hoy. — Santiago suspiró frustrado, pero asintió.
—De acuerdo — el resto del camino lo hicieron en silencio. Pero cuando pasaron por un lugar dónde vendían postres, Luciana se giró a Santiago.
— Detente — él la miró extrañado pero se orilló para detener el auto, pensó que se había sentido peor y quería vomitar.
—¿Qué pasa cariñ