Alec
Aria no dice nada; simplemente nos observa hasta que nuestro hijo se queda dormido con la relajante canción.
—Así que era verdad que conservaste las cosas —susurra, acercándose a mí y tomando la caja entre sus manos—. Gracias por cuidarla, pero ya no…
—No, es mía —reclamo, quitándosela—. Esto