Ella se retorció en su regazo, y él gruñó. —Sobre ese juego...—
Se inclinó y le mordió el labio. —Te hice una pregunta. ¿Eso significa que puedo besarte yo o tú me besas?—
Ella lamió el lugar donde él la había mordido y exhaló con un escalofrío. —Creo que deberíamos terminar el juego más tarde—.
—¿Ah, sí? —preguntó, recorriendo su espalda con las manos—. ¿Qué hacemos mientras tanto? Porque quiero saborearte, lobita. Cada centímetro de tu cuerpo.
—Está bien. Podemos jugar, pero yo también quiero probarte.
Gimió y levantó las caderas una vez más. —¿Pequeño lobo?—
—Nunca me dejas hacerte sexo oral —dijo en voz baja—. Siempre dices «la próxima vez&raqu