Antes de terminar de alistarme, decido llamar a Gustavo para que me acompañara, no quería ir sola, además no estaba con ánimos de conducir.
Al salir de casa, no puedo evitar sentirme extraña, tal vez debería decirle a Gabriel hacia dónde me dirijo, pero así como llega la idea la descartó, porque sé que él no me dejará ir, y yo tengo que averiguar quién quiere dañarnos.
Gustavo me espera dentro del carro, cuando me ve llegar, se baja para abrirme la puerta.
—¿Estás segura de esto? — me pregunta con cautela.
—Pues segura al 100% pues no, pero tengo que ir, así que vamos. — Gustavo asiente, y arranca el auto.
Al llegar a la prisión mis nervios aumentan, después de 10 minutos de estar esperando llega con dos policías