Capítulo 26. Las consecuencias de los actos

En ese momento, la señora que salió momentos antes con la bandeja, volvió a entrar.

—¡¿Qué pasó?! —exclamó asustada.

—Por favor, llame a una ambulancia urgente —pronunció casi sin voz, mientras trataba de pasar el nudo en su garganta, nunca en su vida sintió tanto miedo como en ese momento, su conciencia ya había empezado a martirizarlo.

La abrazó a su cuerpo, sin dejar de llorar.

—¡Dios! ¡Te maté Nati! ¡Te destruí! ¡Soy un asesino! Por favor, no dejes de respirar ¡Lo siento! —estaba desesperado, le dio respiración boca a boca, mientras rogaba al cielo que no le pasará nada.

Un par de minutos después llegaron los paramédicos, la subieron en la ambulancia y él se subió con ellos.

—¿Cuál es su relación con la paciente? —interrogó uno de los hombres.

—Soy su esposo —debió aclararse la garganta para que las palabras le salieran.

—¿Cómo puede explicar la condición de esta mujer? ¿Vive lejos de ella? —Kosta no podía responder, estaba avergonzado—, está deshidratada, mal nutrida, tiene múlti
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