— ¿Qué haces aquí, Nikolai? —pregunta Mariana, sorprendida y confundida, desde detrás de los barrotes de su celda.
Nikolai se acerca lentamente, su rostro serio y su voz baja.
— Vine a visitarte porque sé que Ángela está muy triste por tu situación.
Mariana se ríe amargamente, con lágrimas en los ojos.
— ¿Ángela? ¿Ella te pidió que me visitaras?
Nikolai niega con la cabeza.
— No, vine por mi propia voluntad. Sé que Ángela está sufriendo por lo que te pasó, y quiero ayudarte de alguna manera, aunque sinceramente de mi parte no recibirías nada.
Mariana se aferra a los barrotes con su barbilla temblando y los remordimientos azotándola y esa sensación crece por la mirada que le dedica Nikolai.
— ¿Por qué harías algo así? ¡Yo no merezco su compasión!
Nikolai se acerca más, su mirada intensa.
— No, no la mereces. Lo que hiciste fue imperdonable. Pero Ángela tiene un corazón grande, y a pesar de todo, sigue pensando en tu bienestar.
Mariana comienza a llorar, su cuerpo sacudido por sollozos.