Luego de que se acabó el video en la celda de Josefina, me dirigí a la mía. Recordaba la llamada que me había hecho Ilán sin entenderla del todo. Una guardia se detuvo delante de la puerta de mi celda.
—Ivory Cloe, sígueme —dijo únicamente y comenzó a caminar, seguida por mí, bajo la mirada de todas las reclusas. No sabía de qué se trataba, pero la seguí, ajena a que Ilán había logrado contactar a gente muy valiosa. Pero, sobre todo, había ido personalmente a hablar con el juez que ayudó a Amaya y consiguió mi libertad. Gracias a ello, logró hablar conmigo cuando llegó a buscarme y, al ver a los otros tres entrando, prefirió esperar a que se marcharan. —Ivory Cloe —me llamó otra guardia—. Estas son tus pertenencias; estás libre. —¿Qué