LA TRAICIÓN QUE NOS UNE
LA TRAICIÓN QUE NOS UNE
Por: Ranacien
Capítulo 0001

El agente de seguridad Peter Embert no durmió esa noche en su apartamento.

Llegó a su lujoso piso bien temprano en la mañana con una carpeta en mano. Caminó directo a su habitación y encontró a su esposa dormida bajo las sábanas.

Arrastró una silla y se sentó a esperar que despertara, pero más allá de eso, intentar calmar la furia que llevaba dentro.

Pilar, su mujer, sintió ruido y fue abriendo sus ojos poco a poco. Le costó quedarse dormida sin dejar de pensar en la maravillosa noticia que acababa de enterarse. Estaba loca por compartir con él que estaba embarazada. Sintió excelente encontrarlo allí, mirándola. Sonrió, pero al detallar sus ojos, la sonrisa amainó.

—Cariño, ¿cuándo llegaste? —preguntó ella con la voz pastosa por el sueño, mientras se acomodaba.

Peter quiso preguntarle lo mismo a Pilar, pero con una gran variante. Él quiso preguntarle cuándo fue el día que ella llegó a su vida con tantas mentiras. En vez de eso, lanzó la carpeta hacia la cama, la caída de la misma provocó que el contenido se derramara sobre el colchón.

—Lo sé todo, Pilar —le dijo él, con una voz muy contenida, ronca, costaba mucho mantenerse a raya—. Por los cinco años que tenemos de casados, te daré la oportunidad de que me mientas a la cara. Vamos, ¿qué tienes para decirme? Mira las fotos y miénteme.

Pilar ya no sonreía. Se enderezó aún más para poder coger la carpeta con ambas manos y así poder lidiar con una serie de fotografías, observándolas una a una. Su corazón se paralizó y de inmediato comenzó a galopar veloz.

«Me descubrió», pesó ella.

No pudo despegar su mirada de sí misma siendo retratada en varias escenas: subiendo a un coche de color negro, compartiendo besos con un sujeto vestido de traje dentro del mismo vehículo y en la siguiente foto se vio entrando a un hotel con él. Casi no podía respirar, sus ojos clavados en esas imágenes la trasladaron hacia uno de los peores momentos de su vida.

Miró a Peter. El nudo en su garganta amenazó con ahogarla, pero no podía dejarse ver débil ante su marido, pensando rápidamente en qué decir y en cómo justificar lo que ahí se veía.

—Peter, esto tiene una explicación...

—¿Eso quiere decir que no lo niegas? —interrumpió.

Los ojos de Peter flameaban, Pilar podía notar a leguas su desconcierto y decepción.

—Amor, tengo que explicarte...

—Me dijiste que te irías a visitar a una tía en España y efectivamente fue así, viajaste a Madrid, pero ese no fue tu destino. Tu destino fue Grecia.

—Pit...

—A parte de osada, mentirosa. ¡Eres una mentirosa! Hace dos años te fuiste de viaje y yo como un tonto aquí esperándote y extrañándote como un bolsa mientras tú te dabas la gran vida, nada más y nada menos que con Karlos Tarsis, uno de los delincuentes más buscados en todo el mediterráneo. ¿Puedes imaginar cómo sentí verte dentro de... de los malditos brazos de ese hombre? ¡¿Puedes darte una idea?!

Peter salió de la habitación porque de quedarse un minuto más allí podría cometer una locura. El dolor de el engaño envenenaba su sangre, no pensaba con demasiada claridad, aunque sí sabía muy bien lo que hacía, sobre todo lo que hizo antes de llegar allí.

Pilar salió corriendo detrás de él con el corazón en un puño, tenía que volver a decirle que todo tenía una explicación, aunque no encontraba muy bien la forma de convencerlo. Se sentía urgida, ¡él era el amor de su vida!

—Peter, por favor, tienes que creer en mí, te lo ruego —le habló a la musculosa y ancha espalda de su esposo, una que se movía, expandiéndose por las respiraciones profusas que él hacía, hinchando sus brazos de manos apoyadas sobre la mesa del comedor.

—Estuve a punto de sorprenderte en ese viaje —dijo él entre dientes, sin girarse, con los ojos apretados. Pasó sus manos por su rubia cabellera con frustración. Se volteó para encararla—. Estuve a punto de viajar a España por ti, ¡atravesaría el mundo entero por ti! Solo por tenerte a mi lado un rato más, solo por eso lo hubiese hecho y tú... —apretó los dientes y la miró de forma acusadora—. Eres la peor de todas, Pilar, la peor. Pensé que casarnos fue lo mejor que pudimos haber hecho, pensaba que nos amábamos con locura, pensé que...

—¡Y nos amamos! ¡Yo te amo, Peter! Te amo demasiado, tienes que creer que todo esto tiene un porqué.

—¿Qué se supone que debo creer? ¿Que esas malévolas fotos son mentira? ¿Eso debo creerte?

—¡Todo tiene una explicación!

—¡Entonces explícalo de una buena vez! —gritó él más fuerte—. Explícalo, porque enloquezco con tan solo pensar... Casi me desquicio al enterarme que no solo me engañas, sino que lo haces con el imbécil a quien investigo.

Las lágrimas de Pilar ya empapaban su cara. Estaba perdida, su pecho dolía como nunca, sobre todo al comprender que esa era una batalla enorme, tan grande como la de un océano con olas que le caían encima. Peter no entendería nada, y no lo haría porque ella se juró que jamás le contaría la verdad de lo que sucedió esa noche en Grecia ni a él, ni a nadie.

Secó su cara y lo miró, necesitaba que viera su rostro completo para que al menos, a través de sus ojos, él encontrara bondad en ella.

—Sabes que te amo, Peter, lo sabes...

—No menciones la palabra amor y explica de una vez cómo conociste a ese sujeto, qué hacías en Grecia y habla claro, porque pareces tan delincuente como él.

Ella lo miró con sus ojos bien abiertos.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo que soy tan delincuente como él? —Ella entró en modo alerta. Ya enterada de cómo su esposo descubrió dónde estuvo hace dos años, debía empezar a comprender que allí, no solo se enfrentaba a su marido, sino a la persona que podría meterla presa en un abrir y cerrar de ojos.

—Ahora me sorprendes mucho más, Pilar. ¿No vas a mentirme entonces? ¿No intentarás contarme qué hacías con ese hombre? ¿Ah, Pilar? —A Peter solo le faltó gruñir al lanzar esas preguntas.

—No puedo, Peter, no puedo...

—¿Qué no puedes? ¿No puedes qué? ¡Habla de una vez!

—¡No puedo contártelo! —Él se paralizó con su grito—. No puedo contarte nada, Peter, no puedo hacerlo, no puedo, lo siento mucho, pero tienes que confiar en mí, tienes que confiar que todo tiene un porqué. —Pilar rompió en llanto, no pudiendo contenerse más.

—Esto es increíble... —susurró él, una gran expresión de incredulidad surcando su rostro—. Eres de su equipo. ¿O a caso eres una de sus zo...?

¡Zaz! La mano de Pilar logró girar la cara de su marido sin dejarle terminar.

Peter apretó los dientes sin moverse durante un par de segundos.

—Entiendo que todo esto sea desconcertante para ti, pero no permitiré que me insultes de ninguna manera.

—Pero tú sí me pudiste engañar, ¿no? —Peter agarró la barbilla de su mujer con una de sus manos y la atrajo hacia sí.

—¡Suéltame, me haces daño!

—¡Tú sí me puedes engañar! Y con el peor de todos, ¡con un jodido mafioso! —La soltó con fuerza, haciendo que ella diera varios pasos hacia atrás y trastabillara un poco. Agradeció estar descalza para no sufrir una caída.

Él se sentía al borde de la locura, las cosas se estaban saliendo de control.

—Agarra tus cosas y te vas —ladró, emanando decisión y amargura. Luego, regresó a su habitación, tomó la carpeta y se la devolvió, lanzándosela en la cara—. Allí no solamente encontrarás esas fotos. Mi abogado, ese mismo que conoces muy bien, te lo explicará mejor, pero te daré un adelanto de lo que encontrarás allí.

Él apenas podía hablar. Quería que ella se fuera de una vez por todas y al mismo tiempo descargar con ella toda la furia que amenazaba con matarlo.

Pilar abrió el folio nuevamente, teniendo que colocarlo sobre la mesa del comedor gracias a sus trémulas y torpes manos.

—En esa carpeta, así como lo estás viendo, junto a las imágenes que prueban tu infidelidad, están los papeles del divorcio. Fírmalos y lárgate.

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