CAPÍTULO 10 - Todas las mujeres merecen flores y bombones

Jessica se calzó las únicas zapatillas bajitas que podía ponerse con esa falda, puesto que se había despojado de los tacones y no pensaba montarse en esos aparatos de tortura una vez más.

Irónicamente, las bailarinas que usaba eran esas que él le había obsequiado cuando lo conoció como Rick, porque del resto, en su guardarropa solo quedaban dos pares de zapatos deportivos con los que solía ir al gimnasio de los hoteles donde se hospedaba para hacer algo de ejercicio ―al menos dos o tres días a la semana―. Durante el descenso se preguntó los motivos para que Frederick Ward hubiese llegado hasta su hotel, más a una hora tan tardía; barajó diversas razones pero ninguna le parecía ideal… o correcta, menos cuando su última conversación, esa misma mañana, había sido tan desagradable.

Las puertas se abrieron al vestíbulo y s

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