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Cuando llegamos, los hombres allí me miraron, pero esta vez no eran miradas curiosas como aquella vez; estas miradas estaban cargadas de rencor.

—Nadie te hará nada —dijo Eirik, como si hubiera leído mis pensamientos.

Él se bajó del caballo y me ayudó a bajar. Yo miré de un lado a otro y todos tenían esa misma mirada.

—Me van a matar en la primera oportunidad que tengan —le dije.

Eirik agarró mi mano y me arrastró con él. Yo me dejé llevar sin decir nada. Entramos a una enorme habitación donde había varios hombres, y entre ellos estaba Freidys, que me miraba con tanto odio.

—Voy a matarte por lo que le hiciste a mi padre —gruñó ella.

Yo tragué en seco. Estaba cada vez más hundida en esto.

—Defiéndete —me dijo Eirik.

Yo miré a todos los hombres allí — él iba a abusar de mí, solo me defendí —les dije.

Freidys se levantó del asiento y corrió hacia mí, tumbándome al suelo. Su cuerpo estaba sobre el mío y sus manos rodeaban mi cuello, apretando con fuerza. Ella fue alejada de mí por Eirik,
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