—¿Te gusta eso, revoltosa? —preguntó pegándose a su espalda y hablándole al oído mientras le daba otra nalgada y volvía a penetrarla con los dedos. Los movió en círculos, buscando abrirla o de lo contrario la lastimaría—. Respóndeme… ¿te gusta?
—Sí… —apenas pudo articular ella.
—¿Quieres más, revo