—¡Qué sucio eres! —rezongó riéndose.
—Pero me gustas también, y quiero intentarlo. No te dejaré ir, Nahia. Ya sé que soy complicado pero esto solo demuestra mi determinación. ¿Tú no quieres intentarlo?
Nahia pasó saliva, pero ¿qué diablos iba a comenzar a negar a aquella hora?
—Solo un poquito...