A Maddi se le escapó un gritito de sorpresa cuando James la levantó contra la misma puerta de entrada.
—¡Ay Dios! ¿Sí sabes que tus padres siguen afuera?
—¡Y los estamos oyendo! —escucharon gritar a Nathan, pero James solo rio, la hizo envolver las piernas en su cintura y se la llevó a... la sigui