Se encontró con Nathan en la escalera del segundo piso, recogió las llaves de la lancha y le dio un abrazo.
—¡Joder, Rex! ¿Estás bien? —murmuró Nathan.
—¡Sí, es solo que te voy a extrañar mucho! ¡Te quiero, amigo! —exclamó antes de irse.
—Hay que ver que este sí es un atrofiado sentimental. ¡A mí