Le tomó un minuto, solo un minuto salir a la calle, pero para cuando lo hizo ella ya no estaba por ningún lado.
—¡Maldición! —gruñó subiéndose a su auto y condujo apresurado hacia la casa.
Apenas llegó preguntó por ella, pero Sophi no había llegado todavía. Y por más que Rex esperó no llegó ni en