Meli sonrió emocionada y se bajó de encima de Nathan mientras iba a colgarse del cuello de Paul, que la abrazó con fuerza.
—¡Todavía no me lo creo! —exclamó el hombre emocionado—. ¡De verdad estás viva, muchacha!
Meli miró a Nathan y pudo ver el mismo alivio triste en los ojos de los dos.
—Yo avi