La pasión, la necesidad, el deseo; eran casi palpables e indelebles.
Detesté mis propios pulmones y resentí el oxígeno que me obligó a alejarme de él solo para inhalar. En términos más simples, aborrecí la fragilidad de mi débil humanidad.
El deseo en sus ojos era innegable, y sé que él puede ver el mismo deseo en los míos.
Damián inclina su frente hacia la mía mientras respira pesadamente.
—Si vuelvo a besarla, no podré controlarme —susurró sobre mis labios.
—Y-yo tampoco podré hacerlo —confesé con la voz entrecortada.
Me aparte un momento con la intención de ver su rostro y en cuanto lo miré, me arrepentí de haberlo hecho.
Había duda en sus ojos de Damián, pero no solo eso, también había remordimiento y culpa.
Algo dentro de mi, me decía que había algo que lo detenía, y ese algo era el recuerdo de su esposa.
No estaba dispuesta a seguir con esto en esas circunstancias, así que decidí liberarlo de esa carga.
—Buenas noches, señor Sanders —pronuncié antes de darle un delicado beso sob