Cassie
Desperté sola.
La sensación de vacío me golpeó de inmediato, un nudo pesado en el estómago que no se disipaba. No era solo la ausencia de Damon lo que me inquietaba, era algo más. Algo que no podía identificar, pero que se cernía sobre mí, como una sombra que se deslizaba entre los árboles, esperando su momento para saltar. La noche había sido tranquila, y me había quedado dormida entre sus brazos, sintiéndome más segura que en mucho tiempo. Pero ahora, el aire estaba diferente, cargado de una tensión que no entendía.
Me incorporé lentamente, la cálida manta que nos había cobijado a ambos deslizándose de mi cuerpo. Miré a mi alrededor. La cueva donde habíamos descansado estaba en silencio, sin el suave suspiro de su respiración junto a la mía. Sus cosas estaban en su lugar, pero él no. No había señales de él. El vacío se hizo más profundo.
Me levanté, el sol de la mañana apenas asomando por el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Algo no estaba bien. La tranquilidad en