—¡Sí, porque cosas así pueden pasar!—
¿Cosas así? ¿Te defendiste y ahora te sientes mal? No lo creo, carajo. Siente lo que quieras, Cristina, pero no creo que puedas ser tan complaciente; simplemente lo haces porque es más fácil que reconocer cómo alguien como yo puede hacerte vivir mejor de lo que alguna vez has acordado.
En esta ocasión me resultó difícil descifrar a Cristina; sus ojos parpadeaban, ya fuera por enojo o por una curiosidad desconcertante.
¿Reconocerte? ¿Cómo? Lo único que podría reconocer es cómo me haces sentir, pero quién eres se decide por tu honestidad. Buena, mala, no estoy segura... quizá creas lo que dicen de ti, pero siempre te he apoyado. Se dijeron muchas cosas esta noche, y no sé cuánto se suponía que debía escuchar.
Quise apartarme, pero me resistí cuando ella me tomó la mano, rozando la rosa negra que reposaba sobre mis nudillos. La verdad estaba en algún lugar de los pétalos, un significado que encontré con otra persona, de un recuerdo que quería olvidar