— Espero que estén pasando muy bien — Expuso el socio de Christopher llegando junto a ellos.
— Por supuesto — Ambos hombres se estrechan la mano.
— Estoy teniendo algunas reuniones importantes de negocios, cuando termine disfrutaremos de esta maravilla.
— Claro — Fue la respuesta de Christopher mientras Eda solo se mantenía en silencio. Minutos después continuaron con su recorrido y Christopher tenía algo en mente.
Era una mañana soleada en la isla, la brisa fresca del mar se colaba por las calles mientras Eda y Christopher paseaban por el pequeño mercado local.
Hasta que llegaron a una zona muy especial y llamativa por los coloridos puestos llenos de telas y artículos de bebé, sonriendo ante las pequeñas ropitas y juguetes que encontraban. Eda se agachaba a mirar con cuidado cada cosa, tocando las suaves telas de los bodies y evaluando los colores. No quería que nada faltara, pero a la vez sentía una extraña paz al saber que, aunque había mucho que hacer, todo sería perfecto.
Eda s