Capítulo cuarenta y tres
Enamorada y petrificada
*Stella Di Lauro*
Pese a estar aún a varios metros de distancia, ambos hombres se retan en silencio, lanzándose cuchillos con la mirada.
Veo a mi padre abrir la boca y le detengo de inmediato con un simple gesto con la mano.
—Antes de que vayas a decir nada —aludo—, advierto que aquí nadie va a matar a nadie, ¿de acuerdo? Estoy saliendo con Enrico y no os vais a meter en nuestra relación. Ninguno de vosotros —le lanzo una mirada de advertencia a mi madre de reojo—. ¿Queda claro?
—Si vuelves a llevarte a mi hija a la fuerza —alude mi padre—, mi mujer no podrá salvarte de una muerte segura