Sí, papá, tienes que cuidar tu salud. Si no, mamá y yo nos preocuparíamos por ti.
Ruhai miró a la madre y a la hija, cuyos rostros reflejaban preocupación. Luego se giró hacia Dalila, cuya expresión era fría y severa. —Por suerte, las tengo a las dos. A nadie más le importó. Debería haberlo sabido antes.
Hasta un perro es fiel a su dueño. ¡Pero una hija que crié desde pequeña ni siquiera sabe ser agradecida!
Malena se alegró mucho al oír eso. —Papá, no te enfades. Mi hermana también te quiere, pero no sabe cómo expresarlo. ¿No ha vuelto a verte?—
Malena había enojado intencionalmente a Dalila cuando vio que el padre los estaba mirando.
Ella quería que Dalila perdiera los estribos.
Cuanto más enojada y testaruda pareciera Dalila, más sensata y obediente parecía.
La decepción del padre hacia Dalila solo se profundizó.
Malena sabía que la relación del padre con Dalila no podía dañarse de la noche a la mañana.
Pero si ella profundizaba su dolor cada vez, eventualmente él la a