LA ASESINA DE MI ESPOSA
LA ASESINA DE MI ESPOSA
Por: Marycruz González
PRÓLOGO

UN AÑO ANTES

Una noche más el público me esperaba. Peinaba mi cabello lentamente mientras pensaba en todo y a la vez en nada. Estaba lista, ya solo faltaba escuchar mi llamado. La Adalia negra, ese era el nombre que usaba todas las noches, ese era el nombre con el que bailaba y ese era el nombre por el que los hombres apostaban grandes cantidades de dinero. 

De un momento a otro, Natalia me sacó de mis pensamientos al entrar por la puerta del pequeño camerino improvisado que nos habían dado a las bailarinas.

—Ya te toca bailar –dijo ella comenzando a maquillarse. Después de mí, seguiría ella.

—Ya voy –. Tomé el antifaz y salí un poco fastidiada.

Había veces en que sentía mi vida aburrirme. Cada fin de semana, cada noche. ¿Hasta cuándo mi vida iba a cambiar?

Pasados unos minutos me anunciaron para el gran debut de la noche. Los chiflidos de los hombres, los gritos, las cantidades de billetes que lanzaban. Eso era lo que me hacía ser quien era en este lugar tan pequeño pero siendo un mundo adentro.

Fue entonces como comencé a bailar como cada noche lo hacía.  Llovían silbidos y palabras de las cuales dependes cuando estás bailando. Esa noche fue diferente, siempre estuve acostumbrada a las miradas lascivas pero entre ellas había una muy distinta, que más allá de todo, parecía hacerme ver como un trofeo frente a sus ojos.

Mi corazón dictaba que nada comenzaba bien al ver esos ojos verdes. Terminó el baile y bajé a pedir un trago como ya era costumbre. Miré al hombre por última vez y fue entonces cuando me di cuenta que camina hacia donde yo estaba. Paró a mi lado y pidió un trago de igual manera.

—Bailas muy bien –dijo con esa sonrisa con la que cualquier chica caería rendida a sus pies.

—Gracias –dije tomando un trago. Nunca voltee a verlo, siempre fijé mi mirada en el frente.

El rió y de un solo sorbo acabó con su bebida. –Hermosa, bailarina y... sin corazón. Eres perfecta.

Esas dos últimas palabras me hicieron caer rendida, colocando así un rubí más a mi corazón. Lo miré al escucharlo decir eso y mil pensamientos comenzaron a golpear mi cabeza. – ¿Lo cree?

—Lo afirmo –contestó a esa pregunta. Me miraba una y otra vez. — Me gustaría que habláramos en un lugar más... apropiado – Esas palabras hicieron que  pensara en que quería algo más.

— ¿De cuánto estamos hablando esta noche? –Pregunté sin más rodeos ya que estos son hombres solo pueden querer esto. El volvió a reír.

— No, no hablo de eso. Puede que está sea la oportunidad de tu vida o no sé cómo quieras tomarla. Las chicas tal vez piensan que por trabajar en este lugar están condenadas a nunca alcanzar sus sueños. ¿Cuáles son los tuyos? Espera, seguro lo sé, mostrarle al mundo lo bella que eres. Esa perfección tuya no debería ser gastada en un lugar como este, ¿o sí? Quiero que hablemos de una mejor oferta.

Pienso un poco las cosas y entonces me decido por contestar. – Ok, está bien. Será en la habitación para los visitantes del lugar. ¿De acuerdo?

Él sólo asintió sonriendo. Fue entonces cómo decidí caminar hacia a la habitación haciendo que él me siguiera. Algo en mí no estaba bien al tener cerca a este hombre. Algo bueno quizá estaba por pasar.

Mi corazón latía muy fuerte, era extraño pero tenía miedo. ¿Qué hacer con lo que siento? Siempre he tenido miedo y siempre lo oculto.

Tomé valor, ahogue ese presentimiento y continué mi camino.

— ¿Y bien? –Preguntó enfrentándolo tan pronto como cierro la puerta detrás de mí.

Él sonrió nuevamente, toco su labio inferior y comenzó. – Eres perfecta, eres la combinación perfecta para todo esto. Mira, hermosa, todas pero todas tienen sueños y tú no eres la excepción, lo puedo ver en tus ojos. Vamos, puedes confiar en mí y decirme que es lo que has dibujado en tu mente. –Sus palabras me hacen pensar en mis dos grandes sueños y aunque quiera decirle qué deseo, evado su pregunta

—Tal vez la pregunta es, ¿qué quiere usted de mí?

Una vez más él sonrió tontamente a esa pregunta. Se acercó a mí y mira mis labios como si buscara besarlos.

—Enamora a un hombre –. Me intenta besar pero me aparto al escuchar esas palabras. ¿De qué se trataba este juego?

—No entiendo.

Él era tan coqueto que sus ojos verdes destellaron el encanto cuando  no acepté ese beso.

—No eres tonta, princesa, solo analízalo un poco. Te explico, tú enamoras a un hombre, sacas lo que yo quiero de él y tú tendrás el mundo a tus pies.

Me volteo dándole la espalda y comienzo a pensar en esas palabras. ¿Qué tipo de propuesta era esa? Tiene que ser un juego, esto no es una película donde aparece un genio y hace realidad los sueños de la gente, esta es la realidad.

— ¿Por qué estás en este lugar, ah? —Volvió a preguntar. — Tu belleza debería estar fuera de aquí, fuera de todo peligro, buscando lo mejor, no esperando a que el mejor postor de una noche pague por pasar la noche contigo. Acaso, ¿tu familia te echó al olvido? ¿Se olvidaron que dentro de la perfección existe la mujer más poderosa del mundo? –Esas palabras hicieron salir algunas lágrimas en mi interior, recuerdo tantas cosas y entre mi infierno veo a mi familia escogiendo entre ella y mi hermana. ¿Qué paso con ella? Mi subconsciente dice que la busque y que acabe con esos seres que tanto daño me hicieron aunque otra cosa diga lo contrario.

Aguanto las lágrimas y digo. – ¿De qué se trata el plan? –Una sonrisa de victoria salió de los labios de aquel hombre.

—Pero creo no nos presentamos, ¿o sí? Me llamo Alejandro, soy un gran empresario y vine a este lugar a buscar justamente una mujer como tú. Dime antes de que pasemos a cualquier tema, ¿qué quieres tener? Todo tiene un precio, ¿cuál es el tuyo?

—Ser modelo, siempre fue ese mi sueño, de lo demás me encargo yo.

—Está bien, bella. Tendrás eso y más a cambio de la vida destrozada del hombre más estúpido de este mundo. Enamóralo y después arranca su corazón y entrégamelo.

— ¿Eso es todo? –Reí burlonamente.

— ¿Te parece chistoso? Espero eso sea siempre, espero que con esa mirada burlona lo mires cuando acabes con él. Un trato muy justo, ¿no crees?

—Será como quieras, Alejandro –sonrió coqueta y él no duda en acercarse a mí dispuesto a besarme una vez más. – No tan rápido –, pongo un dedo en sus labios.

Se aleja dignamente. – Entonces... ¿trato? –Extiende su mano.

—Trato –. Estrechamos nuestras manos cerrando el trato.

— ¡Oh! Pero por supuesto, se me olvidaba, ese hombre está casado.

—Más interesante el juego se vuelve. ¿Qué tengo que hace con ella?

—Quitarla de tu camino.

—Hecho, ¿cómo?

—Ya hablaremos de eso.

—Solo una advertencia, querida –dice al momento que separamos nuestras manos. – ¡No te enamores! ¡Queda prohibido enamorarte!

— ¿Con quién crees que hablas? –Río nuevamente de manera burlona, es entonces cuando camino por el camerino hasta sentarme frente al tocador para retocar mi maquillaje.

—El amor no existe, bella. Pronto nos veremos para comenzar con el plan. –Finalmente Alejandro camina a la puerta, gira el portillo y es cuando me decido por hablar.

— ¿Quién es él? ¿Por qué lo quieres destruir?

Se gira un poco para mirarme y de manera fría, me dice. –Eso no te importa, querida Dalia Negra. –Salió del camerino.

No pude soportar reír ante lo que acababa de pasar. Ahora resultaba que la suerte estaba de lado de las bailarinas y prostitutas.

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